La manipulación social por parte de la iglesia sobre los estados y las sociedades ha sido notoria desde que esta institución surgió en la Edad Media, pues desde siempre se ha lucrado con la fe de la gente, la cual se refugiaba en esto creyendo tener un apoyo y los eclesiásticos prácticamente los apuñalaron por la espalda al funcionar con el modus operandi basado en el lema de que "para ir al cielo hay que pagar", cosa por demás despreciable, sobre todo viniendo de personas que alegan estar para "salvar" las almas de la gente y se engorden los bolsillos con las ideas fieles de aquéllos aquejados por las desgracias en turno.
Basados en esto, decidimos seleccionar este tema para abrir un poco la perspectiva y mostrarle a la gente que no es necesario creer que hay alguien arriba para que las cosas se hagan, que dejen de enriquecer a la institución más fraudulenta creada en la historia de la humanidad.




viernes, 19 de febrero de 2010

La iglesia y los gobiernos del mundo

Es evidente, sin embargo, que el planteamiento cristiano del problema no sólo nos afecta a nosotros, al mundo de las sociedades y Estado europeos y americanos, sino que se ha convertido, por lo que respecta a la teoría y a la práctica moderna y contemporánea de la comunidad internacional, en un referente ineludible y decisivo para la recta comprensión del mismo y su fructífera solución. Todavía impresiona con fuerza cómo los primeros cristianos de la primitiva Iglesia, guiados por Pedro y los demás Apóstoles, van pagando con su sangre martirial el precio de la libertad del acto de fe en Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor del hombre, frente al mandato del culto imperial en los tres primeros siglos de su historia y cómo luego en el Imperio Constantiniano prosigue la pugna de la Iglesia, conducida por Pastores insignes, por su libertad en forma, en ocasiones, no menos martirial y heroica. Mantener y consolidar esta libertad a lo largo de todo el primer Milenio de su historia fue uno de los grandes, permanentes y sacrificados empeños pastorales, sobre todo de los Papas, frente a las tentaciones de retornar a fórmulas paganas por parte de los emperadores, primero de Roma, después y siempre de Bizancio.

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